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martes, 24 de febrero de 2009

Un Don Sagrado


“Ruego que nosotros, donde quiera que nos encontremos, honremos y protejamos este sacerdocio; que estemos siempre en el servicio del Señor y que siempre tengamos el derecho a recibir su ayuda”.

(Presidente Monson)

El Sacerdocio es un don que no solo trae consigo bendiciones sino también responsabilidades solemnes.

El Sacerdocio es el poder de Dios delegado al hombre. Este concepto es tan escuchado por nosotros y tan repetido, que ha perdido la fuerza y la magnitud de sus palabras, nada mas magnifico que ser un instrumento en las manos de Dios para usar su poder.

Elder Carlos E. Asay dijo en una conferencia de 1986:

“Un convenio del evangelio es un contrato santo. Dios dispone las condiciones, el hombre las acepta.

Las dos partes en el convenio del Sacerdocio son el hombre y Dios. El hombre pacta hacer ciertas cosas o cumplir ciertas condiciones; Dios le promete bendiciones que le dará a cambio”.

El convenio del Hombre

1. Recibir de buena fe el Sacerdocio de Melquisedec.

Creyendo que viene de un hombre con poder investido de Dios.

Ejemplo de hombres sin FE en que un hombre podía tener el Sacerdocio y tener, por tanto, el poder de Dios eran Laman y Lemuel.

“Y después que el ángel hubo partido, Lamán y Lemuel empezaron otra vez a murmurar, diciendo: ¿Cómo es posible que el Señor entregue a Labán en nuestras manos? He aquí, es un hombre poderoso, y puede mandar a cincuenta, sí, y aun puede matar a cincuenta; luego, ¿por qué no a nosotros?

“Y aconteció que hablé a mis hermanos diciéndoles: Subamos de nuevo a Jerusalén, y seamos fieles en guardar los mandamientos del Señor, pues he aquí, él es más poderoso que toda la tierra. ¿Por qué, pues, no ha de ser más poderoso que Labán con sus cincuenta, o aun con sus decenas de millares?”.

(1 Nefi 3:31 – 1Nefi 4:1)

2. Magnificar los llamamientos.

Este tarea es una Acción!

Siempre me ha llamado la atención la escritura que dice:

“Y ahora bien, hijos míos, os hablo estas cosas para vuestro provecho e instrucción; porque hay un Dios, y él ha creado todas las cosas, tanto los cielos como la tierra y todo cuanto en ellos hay; tanto las cosas que actúan como aquéllas sobre las cuales se actúa”.

(2 Nefi 2:14)

Debemos ser parte de las cosas que ACTUAN no de aquellas COSAS SOBRE LAS CUALES DE ACTUA.

Mirando las cosas desde este punto de vista hay dos tipos de personas las que dicen “IRE Y HARE” y los que murmuran y no hacen nada.

Magnificar el llamamiento significa “engrandecer, ensalzar”, ósea, aumentar algo en importancia.”

Sencillamente debemos ser como estos hermanos¨:

Y magnificamos nuestro oficio ante el Señor, tomando sobre nosotros la responsabilidad, trayendo sobre nuestra propia cabeza los pecados del pueblo si no le enseñábamos la palabra de Dios con toda diligencia; para que, trabajando con todas nuestras fuerzas, su sangre no manchara nuestros vestidos; de otro modo, su sangre caería sobre nuestros vestidos, y no seríamos hallados sin mancha en el postrer día”.

(Jacob 1:19)

Tal vez te preguntaras ¿Cómo puedo magnificar mi llamamiento?, pues bien aquí hay algunas formas:

Ø Aprendiendo nuestro deber y cumplirlo bien

Ø Esforzándonos todo lo posible por cumplir con nuestras asignaciones

Ø Enseñando y siendo un ejemplo de la verdar

3. Obedecer los Mandamientos.

El Presidente Monson dijo:

“El poder del Sacerdocio que poseen NO tiene límites. La limitación proviene de ustedes, si no están en armonía con el espíritu del Señor y se limitan a sí mismos en el poder que ejercen”. Luego indico “¿viven en armonía con lo que el Señor requiere?

¿Son dignos de poseer el sacerdocio de Dios?.

Si no lo son tomen la decisión aquí y ahora, ármense del valor que necesitan y realicen cualquier cambio que sea necesario para que su vida sea lo que debe ser. Para navegar a salvo en los mares de esta vida terrenal, necesitamos la vida del Marino Eterno, el gran Jehová. Si nos encontramos al servicio del Señor, tenemos derecho a recibir su ayuda”.

4. Vivir de toda palabra de Dios.

La voz del Maestro

Yo quiero oír, prestar atención,

pero el mundo resuena en mi corazón

y la voz del Señor que me llama hacia El

es muy queda.

la voz del Señor es tan suave, ves,

que yo no distingo bien lo que es.

¿Cómo sé yo que esa es la voz

del Maestro?

El da la promesa, yo debo escoger

si de su redil recibiré

del Maestro.

El mundo no cesa de insistir

que lo siga a él, pero no quiero ir.

¿Por cuánto tiempo podré yo seguir

al Maestro?

¿Qué dice el mundo y cuál es mi voz?

¿Y quién me da un mensaje de Dios?

Si me dedico tal vez sabré

del Maestro.

El da la promesa, yo debo escoger

Si de su redil parte quiero ser.

Sé que si pido recibiré

del Maestro.

Al ofrecer sinceramente oración,

poco a poco llega la inspiración.

Desde el fondo de mi corazón,

Un susurro.

Bello mensaje puedo oír;

en mi alma recibo al fin.

Nueva esperanza infunde en mi

el Maestro.

Oigo su voz, puedo escoger

Si de su redil parte voy a ser.

Pido y recibo; me guían Dios

Y el Maestro.

(Autor desconocido)

Para lograr escuchar la voz del maestro necesitamos hacer dos cosas:

Ø Conocer La palabra – Enós 1 : 3-6

Ø Obedecer La palabra – Enos 1:19 – ACTUO EN CONSECUENCIA.

“Para recibir más luz, una luz que esté sobre nosotros y delante de nosotros, debemos sentarnos a los pies de los profetas vivientes. Con esa luz nadie tiene porque tropezar ni apartarse del camino. Todo lo que tenemos que hacer es conservar la mirada en los profetas, oír sus advertencias y vivir de acuerdo con sus inspirada palabra”.

Las promesas y el Juramento de Dios

1. Seremos Santificados por el Espíritu.

“Porque quienes son fieles hasta obtener estos dos sacerdocios de los cuales he hablado, y magnifican su llamamiento, son santificados por el Espíritu para la renovación de sus cuerpos”.

(D y C 84:33)

Ejemplo del cumplimiento de esta promesa fue el amado Presidente Hinckley, creo que a ninguno de nosotros nos cabe duda de aquello.

2. Seremos contados entre los elegidos de Dios.

Bruce R. McConkie dijo:

“Estos son los miembros de la Iglesia que se esfuerzan de todo corazón por guardar la ley del evangelio en esta vida para poder llegar a ser herederos de la plenitud de los galardones del evangelio en la vida venidera”.

No nos volvemos santos automáticamente al entrar. Nos volvemos santos, en el verdadero sentido de la palabra, al vivir santamente y cultivar las virtudes cristinas

3. Se nos dará todo lo que Dios tiene.

“Quizás pueda aclarar lo que he dicho referente al juramento y convenio del sacerdocio relatándoles algo que sucedió una vez:

El hijo de un hombre muy acaudalado fue llamado a servir de misionero. Entró en el Campo misional y comenzó a trabajar. Al principio, las cosas iban bien; pero al enfrentarse con el rechazo de la gente y al surgir dificultades en las tareas de encontrar investigadores y enseñar el evangelio, la fe del joven empezó a debilitarse.

Los compañeros de misión lo animaron, pero no sirvió de nada. Un día, el joven le dijo al presidente que iba a abandonar su llamamiento y regresar a su casa. El presidente de la misión hizo todo lo que pudo por disuadirlo, Pero todo fue en vano. Cuando el padre del muchacho se entero de la decisión de su hijo, consiguió permiso para ir a verlo. En una de las muchas conversaciones tirantes que tuvieron, el padre le dijo: —Hijo mío, he vivido esperando el día en que sirvieras de misionero, porque te quiero a ti y amo a Dios; y sé que no hay ninguna obra más importante que la de enseñar la verdad a la gente del mundo.

El hijo, vuelto un poco a la razón por las palabras de su padre, le respondió:

—Papá, no sabía que mi misión significara tanto para ti. —Lo es todo para mí —afirmó el padre, y agregó emocionado: —Toda mi vida he trabajado y ahorrado pensando solo en una persona: tú. Y mi única meta ha sido dejarte una herencia respetable. —Pero, papá —exclamó el joven— , es que la obra es difícil y no me gusta…

El padre lo interrumpió, diciendo: —¿Cómo podría depositar mis negocios en tus manos si no puedes probarte sirviendo al Señor durante dos cortos años? Hubo un incomodo silencio mientras el hijo reflexionaba en lo que su padre le había dicho y examinaba el rostro angustiado de éste. Después, midiendo sus palabras, el padre le prometió: —Hijo mío, tú eres mi único heredero; si eres fiel en este llamamiento y demuestras que eres digno en todo respecto, todo lo que poseo será tuyo.

Evidentemente conmovido por ese ruego ferviente, el hijo se puso de pie, abrazó a su padre y le dijo sollozando: —Me quedaré. El joven permaneció en el Campo misional y sirvió fielmente desde ese día. Y si, a su debido tiempo, recibió de su padre la herencia prometida: todo lo que el padre tenía.”

Tomado de un discurso de una conferencia que apareció en Liahona de enero de 1986.


Testifico que el Sacerdocio es en verdad el poder de Dios delegado al hombre, y que puede llegar a ser la fuente de muchas bendiciones, lo sé y también sé que este poder fue restaurado en estos Últimos Días para llenar de bendiciones toda la tierra, sé además que los milagros no han cesado.

En el nombre de nuestro Salvador Jesucristo. Amén

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