El Hermano Clayton estaba por esos días entre quienes viajaban al Oeste, y su esposa, debido al embarazo, esperaba en Nauvoo el momento adecuado para reunirse con él, por lo que en su viaje él constantemente se preguntaba cómo estaría ella y el bebé de ambos que estaba por nacer. Como la comunicación era muy difícil, Clayton no supo sino hasta varios días después de la llegada de su saludable hijo, y de las fiebres palúdicas y las paperas que aquejaban a su esposa.
En su diario, él escribió:
“Esta mañana, compuse un nuevo himno: ¡Oh, está todo bien! - Siento ganas de agradecer a mi Padre Celestial por mi niño y de orar para que El guarde y conserve su vida y la de su madre, de modo que pronto podamos reunirnos otra vez.”(Diario de William Clayton. 1921, pg 19)
Hoy, el himno continua inspirando, fortaleciendo, y elevando a los miembros de la Iglesia.
Heber J. Grant expresó:
“Creo que William Clayton fue inspirado por el Señor cuando escribió este himno… Fue un maravilloso viaje el que los pioneros estaban comenzando… Tengo admiración por el corage, la fe y el poder de voluntad de nuestros pioneros que se hicieron al camino, no conociendo a donde se dirigían, pero cantando: ‘Santos, venid, sin miedo, sin temor, mas con gozo andad’.Este himno no fue sólo un buen consejo para aquellos que viajaron a través de las planicies, sino que es un buen consejo para cada uno de nosotros, en cada día de nuestras vidas. Un espíritu alegre, feliz, de serenidad, complace a nuestro Padre Celestial. La capacidad y la habilidad de creer y aceptar la escritura que nos enseña a reconocer la mano de Dios en todas las cosas (DyC 59:21) complace a nuestro Padre Celestial.”
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