El presidente Spencer W. Kimball enseñó:
Dos personas que estén considerando el matrimonio deben darse cuenta de que ese estado legal no garantiza automáticamente la felicidad que tanto esperan, sino que ese convenio significa sacrificarse, compartir y aun renunciar a ciertas libertades personales; significa una larga y ardua economía; significa hijos que traen consigo cargas económicas, de servicio, de cuidado y preocupación; pero también significa la más profunda y dulce de todas las emociones.
Por experiencia personal, testifico de la dulzura del matrimonio y de la vida familiar que en la proclamación sobre la familia se describe como fundada en “la solemne responsabilidad [del esposo y de la esposa] de amarse y cuidarse el uno al otro, y también a sus hijos” y “en las enseñanzas del Señor Jesucristo”.
Testifico que Él es nuestro Salvador y oro en Su nombre, rogando por todos los que luchan por obtener las bendiciones supremas de una familia eterna. En el nombre de Jesucristo. Amén.
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