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miércoles, 22 de abril de 2009

Pedimos fe y se nos manda un problema


por Royden G. Derrick.

"Me da lástima el hombre que no tiene problemas” dijo Norman Vincent Peale una noche en reunión en Nueva York. “Si usted no tiene problemas, vaya y busque uno.” Mi esposa y yo hablamos esa noche sobre esas palabras antes de irnos a dormir. No estábamos muy de acuerdo con el Dr. Peale, pero ahora creo que he llegado a entender lo que tenía en mente.

Cuando tengo un problema, y parece que siempre tengo cuando menos uno, pienso que nadie tiene problemas, excepto yo. Pero al asociarme con otras personas, he descubierto que casi todas tienen problemas que resolver.

Si usted examina los libros de historia y estudia las vidas de los hombres famosos, encontrará que los verdaderamente ilustres son aquellos que vencieron problemas difíciles. No es el problema en sí lo que edifica una grandeza de carácter.

El mensaje de Norman Vincent Peale fue que, es el vencer un problema lo que edifica el carácter. Cuando oramos a nuestro Padre Celestial, muy a menudo pedimos sabiduría, justicia, entendimiento, paciencia, tolerancia y muchas otras cosas. En contestación a esto, el Señor nos concede problemas, ríos cuales, si los vencemos, desarrollarán en nosotros las virtudes que hemos pedido. Muy a menudo, los problemas parecen muy difíciles y rápidamente pedimos que nos sean quitados. Pero el Señor, en su sabiduría, deja que resolvamos dichos problemas para que al hacerlo, desarrollemos virtudes de valor eterno. Admiramos a los Abraham Lincoln, los Henry Ford, y las Helen Keller, no por los problemas que afrontaron sino por los que vencieron.

Es obvio para aquellos que están apegados al programa misional de la Iglesia, que nuestros jóvenes que salen a misiones como muchachos, regresen como hombres maduros. Abandonan sus hogares, familias, escuelas, amigos y ambientes conocidos para ir a tierra extrañas a predicar el evangelio. ¡Sólo un misionero que siente nostalgia al estar lejos de su país sabe realmente lo difícil que es esto! Pero a medida que los misioneros afrontan sus desafíos, crecen; y después de dos años regresan a casa con una madurez más allá de su capacidad a causa de las características que han desarrollado al vencer los problemas.

Aun en el hogar, la Iglesia ofrece grandes oportunidades para el progreso si estamos dispuestos a aceptar el desafío de las asignaciones que se nos han dado. El obispo nos llama para ser maestros en la Escuela Dominical, maestros orientadores, secretarios, presidentas de la Sociedad de Socorro y así sucesivamente, todos los cuales nos proporcionan oportunidades para progresar.

No siempre es fácil aceptar un problema como una oportunidad. Encontramos un clásico ejemplo en esta historia de la Iglesia. José Smith había sido injustamente aprehendido varios meses en la cárcel de Liberty. Las demandas y apelaciones presentadas ante el gobernador y la justicia fallaron. El Profeta pidió fervorosamente a su Padre Celestial. En respuesta, el Señor reconoció las penalidades de José y dijo que éstas y aún más caerían sobre él,

  • …Entiende, hijo mío, que por todas estas cosas ganarás experiencia, y te serán de provecho. (Doc. y Con. 122:7.)

En la sección 101 de las Doctrinas y Convenios encontramos otro ejemplo. Los Santos que se habían reunido en Misurí estaban sufriendo una gran persecución. Las chusmas los habían hecho abandonar sus hogares en el condado de Jackson y las amenazas de muerte contra los individuos de la Iglesia fueron muchas. En esta época, el Señor reveló a José Smith lo siguiente:

  • “Yo el Señor, he permitido que les sobrevenga la tribulación con que los han afligido, como consecuencia de sus transgresiones; mas los reconoceré, y serán míos en aquel día en que venga para integrar mis joyas. Por tanto, deben ser castigados y probados, aun como Abrahán, a quien se le mandó ofrecer a su único hijo. Porque todos los que no quieren aguantar el castigo, sino que me niegan, no pueden ser santificados. (D y C 101:2-5.)

Al reflexionar sobre la historia de la Iglesia, reconocemos que los castigos y penalidades por los que los Santos pasaron, prepararon los cimientos sobre los cuales la Iglesia pudo edificarse para cumplir su destino. El sobreponerse a sus problemas fundó una fortaleza que caracterizó a los pioneros y que ayudó también a fortificar a la Iglesia.

Lo que Norman Vincent Peale no dijo en su discurso y que bien hubiera podido hacer, fue el hecho de diferenciar entre los problemas creados por aceptar desafíos y los que se crean mediante el ejercicio de un juicio imprudente y acciones indedidas. Debemos hacer un esfuerzo constante para evitar el tener que afrontar las consecuencias de decisiones incorrectas. Si no tenemos cuidado, nuestras vidas se empiezan a llenar de ansiedades que fueron creadas con problemas innecesarios. Esto produce infelicidad en vez de progreso. Si se nos diera a escoger, quizá escogeríamos compartir los problemas de otras personas, para de este modo ayudarlos a ellos así como a nosotros mismos.

Sería prudente suplicar a nuestro Padre Celestial cada mañana y pedirle que por este día, todas las decisiones que hagamos, sean las correctas. Si hiciéramos esto y que nuestra oración fuera contestada, nuestros problemas podrían ser solamente constructivos y de esta manera edificarían una vida de carácter, virtud y cumplimiento.

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